Berlin gülü


Hace ya algunos días me sentía como activista de cumbre mundial, con los pelos tan largos y a punto de enrastarse. Así que hice lo lógico: ir a la peluquería.

No sé si a alguien más le sucede, pero para mí ir a la peluquería es un gasto de tiempo. En estos días de multifuncionalismo exprés, ver cómo una persona te corta el pelo a tijerazos, lenta (y macabramente), me vuelve loco. Es como quedarse en una página de internet por casi una hora. Bueno, claro, hay sus facebookexcepciones.

El caso es que fui a la peluquería que está a un par de calles de la casa, aquí en el barrio de Kreuzberg. Ahí me atiende normalmente mi peluquera ossi, una chica de Alemania del Este, sólo que esta vez no estaba. En su lugar había una mujer que yo no había visto nunca.  Me aclaró que mi peluquera tuvo el día libre y me preguntó si quería hacer una cita para el día siguiente. Dije que no y le pregunté si ella tenía tiempo en ese momento. Me dijo que sí.

No me gusta confiarme a nuevos peluqueros, pero el sentimiento de tener que esperar al día siguiente fue peor. Me senté y me encomendé a sus tijeras. Empecé a hablar con ella para explicarle mi corte habitual. y ella sólo me veía con los ojos muy abiertos. Creo que notó mi impaciencia porque en un momento me dijo hey, hey, lento, lento, que no entiendo. La escuché decir más palabras y me quedó que era extranjera. Seguramente turca, pensé. No traía velo pero sí era de tez morena y nariz protuberantemente fuera del convencionalismo humano. Y creo que no me entendía bien. Corto de arriba, desvanecido por atrás, rapado por los lados, me dijo. No-no-no-no, rapado de los lados no, sólo un poco corto, le contesté y le expliqué que el pelo se me hace como erizo cuando está muy corto. Esa es mi herencia azteca, pelo lacio, pesado y picudo. Ella asintió. No se dio cuenta que estaba a punto de dejarme como esos jóvenes turcos de la esquina de mi casa que parecen militares con pantalones de hiphopero, na alter? U-Bahn fahren und schule gehen? Sonst Hartz IV kriegen.

Después de un largo silencio en el que pensé que no habría plática, la peluquera abrió la mini tertulia. ¿Vives cerca de aquí?, me preguntó. Pensé que era muy atrevida su pregunta, pero se la contesté. No había mucho más que hablar, ni ella me entendía a mí ni tampoco hablaba ella del todo fluido. Así que con la confianza creada le pregunté ¿y tú cuántos años llevas aquí? Y me contestó que 11.

¿11?

Demonios.

Y muchas de esas historias de turcos comienzan justo con una escena que me pasó ese mismo día de peluquería pero un poco antes, cuando fui a visitar a mi dentista. Pasé por el metro Hermannplatz, justo en el corazón del barrio de Neukölln, conocido por ser prácticamente un gueto turco. En el andén vi como un señor, de bigote poblado, barba de tres días y gorra de bésibol, se acercaba a otros como pidiendo limosna. Pasé cerca de él y vi que hablaba en turco y buscaba a otros que hablaran su idioma como para que le indicaran la dirección que buscaba. Podría haber sido un nuevo inmigrante que, unos años más tarde, se convertirá en papá y abuelo que no hablará el alemán. Uno de los decenas de miles de casos de estos días. Un bueno amigo que toma sus clases de alemán me dijo que entre sus compañeras cuentan chicas turcas que llevan hasta 16 años en la ciudad sin haber hablado nunca el alemán.

Con la peluquera el caso no es muy diferente. Al rato de cruzar nuestras primeras palabras, llegó una señora con velo. Se saludaron en turco. Me enseñó que a las mamás se las llama 'anne' y a las abuelas 'nene'. Turco fácil, me dijo, más fácil que el alemán. Y continuó: tú, uy no, rápido, mañana hablas. La señora que entró venía con su nieta. De la conversación ya sólo alcancé a escuchar un 'nene' de la pequeña. Unos minutos después llegó otra señora. También traía velo. Mi peluquera buscó una silla para ofrecérsela. La conversación ya parecía tertulia verdulera. Llegó otra señora. También con velo y también con ganas de sentarse. Mi peluquera me dejó con los pelos parados para ir a buscar la última silla. Yo me empecé a preocupar porque en cuanto llegara otra señora, yo tendría que pensar en ceder mi asiento.

Con mi peluquera ossi nunca, jamás, vi la peluquería así.

Me despedí, güle güle, y me salí. Atrás la peluquera cerró las persianas para cortar el cabello a una de las 'nene'. Ahí se quedó mi nuevo gueto turco.
Berlin gülü Berlin gülü Reviewed by Yaotzin Botello on 12/22/2009 08:54:00 PM Rating: 5

6 comments

Carla said...

A mi me pasó algo similar en un restaurante vietnamita en Berlín.La camarera no sabía apenas alemán. Espero que al menos, tu nueva peluquera te dejará bien el pelo. Qué pases unas felices fiestas!!!

Carla said...

A mi me pasó una cosa similar en Berlín. Fui a un restaurante vietnamita y la camarera apenas nos entedía. Espero que tu nueva peluquera te dejara bien el pelo. Qué pases unas felices fiestas!!!

mariett said...

Feliz, feliz 2010!
Un abrazo

Andy said...

A medida que leía el relato esta pensado donde te sentarías cuando la próxima señora cruzara la puerta...
Creo que tuviste suerte de que no entrara alguien más!
Lo que decías que hay mucha gente que no habla alemán en las calles de Berlín siendo que llevan más de una década allí es espeluznante.

Yaotzin Botello said...

Gracias por las felicitaciones. El cambio de año estuvo tranquilo, pero rico. Mucha comida y ahora mucho trabajo.

Y sí, yo no podría imaginarme estar aquí una década sin hablar, e incluso sin hablar bien, el idioma de casa. Incluso ya estoy pensando en aprender turco para conocer a mis otros "caseros".

me, berlin and some other things... said...

Está muy bien, muy graciosa tu aventura y además escribes genial. Lo que haría mejor este espacio son un par de fotos (unas cuantas más) de la escena de Kreuzberg por dónde te mueves.

Abrazos,
Amelia

Medidor